En su reflexión publicada en Gazeta de Antropología, Edgar Morin plantea que la globalización actual es solo la última etapa de un largo proceso iniciado con la era planetaria. Desde finales del siglo XV, la interconexión de continentes trajo intercambio de bienes, conocimientos y personas, pero también colonización, explotación y desigualdades que persisten. La fase contemporánea, de carácter tecno-económico, ha ampliado las comunicaciones y el mercado global, aunque sin construir un marco político y legal capaz de enfrentar amenazas comunes.
Por Redacción Nota Antropologica
Morin advierte que la humanidad dispone ya de una infraestructura planetaria, pero carece de la estructura política y ética para transformarla en una verdadera “sociedad mundo”. Entre los retos destacan la proliferación de armas de destrucción masiva, la degradación de la biósfera y la persistencia de conflictos basados en identidades étnicas y religiosas. Los Estados, aferrados a su soberanía, muestran resistencia a ceder competencias a instancias globales, lo que limita las respuestas colectivas.
El autor critica la noción de desarrollo, incluso en su versión “sostenible”. Señala que, aunque incorpora preocupaciones ambientales y de futuro, mantiene un núcleo tecno-científico que fragmenta la vida social, debilita solidaridades y fomenta el individualismo extremo. También denuncia su sesgo occidentalista, que presenta a las sociedades industrializadas como modelo universal, ignorando saberes y prácticas valiosas de otras culturas. La hiperespecialización, la lógica puramente cuantitativa y el consumismo contribuyen, según Morin, a un mal-estar general incluso en contextos de bienestar material.
Frente a este panorama, propone una política de civilización y una política de humanidad. Estas implicarían integrar lo mejor de distintas tradiciones culturales, establecer instancias globales para la regulación económica y la protección de la biósfera, así como promover un servicio cívico planetario que movilice a la juventud en tareas solidarias. También plantea fomentar energías renovables, transporte colectivo, agricultura biológica y acciones específicas para regiones con carencias en alimentación, salud y energía.
Morin identifica tres principios de esperanza. El primero es que lo improbable puede volverse posible, como muestran episodios históricos donde la derrota parecía segura y fue revertida. El segundo es el potencial humano no desarrollado, capaz de generar cambios cuando las condiciones lo exigen. El tercero es la posibilidad de metamorfosis, transformaciones radicales que, como en la naturaleza, surgen cuando un sistema ya no puede resolver sus problemas vitales.
El diagnóstico es claro: continuar por la vía actual conduce a catástrofes. El cambio requiere voluntad colectiva, innovación política y apertura cultural. Morin invita a reconocer que en los momentos de mayor peligro también germinan las oportunidades para salvar lo que se considera esencial.
Compartir este análisis puede ser un paso para ampliar el debate sobre el futuro común. Cuantas más personas comprendan la magnitud del reto, mayores serán las posibilidades de encontrar la vía de la esperanza.
Fuente: Morin, E. (2019). Más allá de la globalización y del desarrollo, desesperanzas y esperanzas. Gazeta de Antropología, 35(2), artículo 05.
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