En enero de 2024, en un aula de la Universidad de Brown, un grupo de estudiantes se reunió para explorar un tema que, en otra institución, podría haber sido objeto de censura. La clase, titulada "Antropología Interseccional", fue concebida y dirigida por Jordi A. Rivera Prince, investigadora postdoctoral en antropología. Rivera Prince, una bioarqueóloga mexico-americana, se ha dedicado a deconstruir las jerarquías de poder inherentes tanto en el pasado que estudia como en las instituciones académicas contemporáneas.
Un campo bajo presión
La antropología, especialmente en sus ramas biológicas y arqueológicas, ha sido tradicionalmente un bastión del positivismo. Métodos cuantitativos, análisis paleopatológicos y modelos científicos han dominado la producción de conocimiento, frecuentemente sin cuestionar las estructuras de poder que estos reproducen. Sin embargo, Rivera Prince destaca que las disciplinas arqueológicas también tienen un "equipaje colonial": han estudiado principalmente cuerpos afrodescendientes, indígenas y de personas culturalmente diferenciadas, mientras excluyen a estas comunidades como productoras de conocimiento. En su experiencia como mujer de afrodescendiente y académica, estas dinámicas han estado en el centro de su carrera y enseñanza.
La clase de Rivera no solo desafiaba las convenciones de su campo, sino también el contexto político en el que se encontraba. En su institución anterior en Florida, bajo el liderazgo del gobernador Ron DeSantis, leyes como la HB7 y la SB266 atacaron explícitamente la inclusión de teorías como la interseccionalidad y la Teoría Crítica de la Raza en la educación superior. Estas medidas transformaron la enseñanza de disciplinas sociales en un acto de resistencia política.
La interseccionalidad como brújula
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La interseccionalidad, un término acuñado por Kimberlé Crenshaw en los años 80, expone cómo las relaciones de poder entrecruzadas moldean las experiencias individuales y colectivas. Rivera explica que esta teoría no es solo un modelo académico, sino una lente que permite visibilizar las opresiones compuestas que enfrentan las personas con identidades múltiples y marginadas.
"Cuando descubrí las perspectivas interseccionales, encontré las palabras para describir estructuras que había sentido toda mi vida," comparte Rivera Prince. En sus clases, introduce a los estudiantes al trabajo de pensadores como Audre Lorde, bell hooks y Patricia Hill Collins, quienes demuestran cómo la identidad y el poder están intrínsecamente conectados. A través de lecturas, debates y análisis de casos, la interseccionalidad se convierte en una herramienta para cuestionar no solo el pasado, sino también las dinámicas actuales de exclusión.
Momentos de transformación
La autora recuerda un evento que marcó su visión profesional y personal: durante su doctorado en la Universidad de Florida, investigó restos humanos de comunidades precolombinas en los Andes. Mientras analizaba patrones de dieta y enfermedades, no pudo ignorar las narrativas implícitas sobre desigualdad social que estos cuerpos revelaban. "Cada análisis era una vuelta al pasado, pero también un espejo de nuestras propias jerarquías sociales," reflexiona.
Estas observaciones no solo ampliaron su enfoque académico para comprender su entorno, sino que también impulsaron su activismo en la academia. En un espacio predominantemente blanco y masculino, Rivera Prince encontró resistencia y obstáculos. Entre los datos que analizó encontró que de los 1,030 doctorados otorgados en arqueología en Estados Unidos entre 2012 y 2022, solo el 5.1% fueron para personas latinas nacidas o residentes en el país. Este dato refleja no solo una falta de representación, sino también las barreras estructurales que persisten en la educación superior.
En consecuencia, la investigadora ha liderado iniciativas para integrar estas perspectivas en proyectos de divulgación científica y comunitaria. Un ejemplo notable fue su participación en un programa que conectó a estudiantes de comunidades marginadas con investigaciones arqueológicas. Este enfoque colaborativo no solo democratizó el acceso al conocimiento, sino que también fomentó una comprensión más inclusiva de la historia.
Implicaciones sociales y políticas
La antropología interseccional enseñada por Rivera se ubica en un espacio crítico entre la investigación y la justicia social. En un contexto de crecientes restricciones a la educación inclusiva en Estados Unidos, esta práctica académica ofrece una resistencia activa. “Es importante no solo comprender las estructuras de poder, sino también trabajar para desmantelarlas desde nuestras posiciones," argumenta.
En un mundo donde las crisis sociales y ambientales están interconectadas, Rivera Prince considera que las herramientas interseccionales son esenciales para abordar problemas globales. Por ejemplo, al analizar cómo el cambio climático afecta de manera desproporcionada a las comunidades vulnerables, se puede identificar la urgencia de integrar perspectivas interseccionales en las políticas públicas. Esto permite diseñar soluciones más equitativas y efectivas.
Sus estudiantes también reconocen este potencial transformador. En una de las discusiones finales del curso, una estudiante compartió cómo la interseccionalidad le permitió entender mejor cómo las políticas migratorias de Estados Unidos afectan de manera desproporcionada a mujeres latinas. Otro estudiante, un futuro arqueólogo, reflexionó sobre cómo estas perspectivas podrían redefinir la ética de su campo. Las conversaciones en clase no solo eran intelectuales, sino también profundamente personales, conectando el aprendizaje con las experiencias vividas de los participantes.
La academia como espacio de resistencia
La autora también subraya que la academia debe asumir un rol activo en la transformación social. "La neutralidad no es una opción cuando las estructuras de poder perpetúan desigualdades," afirma. Su enfoque en la enseñanza no solo busca formar académicos críticos, sino también ciudadanos comprometidos con la justicia social. Este compromiso se refleja en la manera en que diseña sus clases, integrando dinámicas participativas y proyectos que invitan a los estudiantes a aplicar los conceptos aprendidos en sus propias comunidades.
En sus investigaciones actuales, Rivera Prince está explorando cómo las prácticas funerarias precolombinas pueden aportar datos de interés en los debates contemporáneos sobre derechos humanos y restitución cultural. Este enfoque interdisciplinario conecta la arqueología con problemas actuales, demostrando el poder transformador del conocimiento histórico cuando se aborda desde una perspectiva interseccional.
La historia de Jordi A. Rivera Prince es un recordatorio de cómo las prácticas académicas no son neutrales. Cada teoría enseñada, cada investigación emprendida y cada aula abierta son espacios donde se libran luchas por la equidad y la justicia social. La interseccionalidad, tanto en su teoría como en su práctica, ofrece un camino hacia un futuro donde las jerarquías de poder sean confrontadas y transformadas.
Al concluir su curso, Rivera Prince invitó a sus estudiantes a reflexionar sobre sus propias posiciones dentro de estas estructuras. La pregunta que les dejó también resuena más allá de las paredes del aula: “Si la interseccionalidad nos ayuda a comprender el mundo, ¿cómo la utilizaremos para cambiarlo?”
En un tiempo donde las voces críticas enfrentan censura y resistencia, historias como la de Rivera Prince iluminan la importancia de persistir en la construcción de un conocimiento que no solo interprete el mundo, sino que también lo transforme.
Rivera Prince, Jordi. 2024. “Intersectional Anthropology as an Avenue Toward Praxis, Pedagogy, and New Anthropological Horizons.” Anthropology News website, September 20, 2024.
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